La caja abierta y cerrada de Schrodingër. Y lo que pasa por la neurona del gato mientras tanto.
lunes, 27 de octubre de 2025
domingo, 12 de octubre de 2025
El barquero (Sharon Olds)
vuelve a trabajar. Después de veinticinco años
desempleado, está muy contento
de haber sido contratado, llega puntual,
trabajador incansable. Se sienta
en la proa de la barca, dulce timonel,
de espalda a los pasajeros. Está muerto,
pero se arrodilla erguido, mirando hacia delante,
a la otra orilla. Alguien ha cerrado
su boca, de modo que se lo ve más cómodo
—ni sediento, ni necesitado— los ojos
abiertos, bajo el iris la línea negra
que apareció con su muerte. Está tranquilo.
Su nuevo empleo es una broma entre los dos,
le encanta bromear conmigo, no ha perdido
su cara de póquer. Mascarón de proa de marfil,
hombre alto, demacrado, costillas, pezones, labios,
cada vez que traigo a alguien
y lo pongo en el barco y lo empujo,
mi padre lo lleva remando a través del río
hacia la lejana orilla. No hablamos:
él sabe que se trata de alguien
de quien me quiero deshacer, alguien
que me hace sentir fea y asustada. No le digo
como lo hacías tú. Él conoce el oficio
y lo disfruta. Cuando arrojo a alguien dentro
él no mira hacia atrás: lo lleva directamente
al infierno. Quiere trabajar para mí
hasta que yo muera. Sabe que entonces
iré hasta él, subiré a su barca
y me dejaré llevar, estiraré mi mano amplia
hacia la suya, lo ayudaré a desembarcar,
nos abrazaremos como dos que nunca nacieron,
desnudos, sin respirar, nos cubriremos
hasta los labios con el oscuro manto de la tierra
y descansaremos juntos al final de la jornada.
Sharon Olds (San Francisco, 1942), El padre, traducción de Mori Ponsowy, Bartleby Editores, Madrid, 2004
lunes, 6 de octubre de 2025
Charles Bukowski - La historia de un tenaz hijo de puta

Una noche llegó hasta la puerta mojado, flaco, golpeado y aterrado
un gato bizco y sin cola
lo llevé adentro le di de comer se fue quedando
y me iba tomando confianza hasta que un amigo
estacionando el auto en la entrada
le pasó por encima,
llevé lo que había quedado de él al veterinario que me dijo:
"no hay muchas chances… dale estas pastillas… tiene la columna
quebrada, pero ya se la había quebrado antes y de alguna manera
se le arregló, si sobrevive no volverá a caminar,
mirá esta radiografía, alguna vez le dispararon, fijate, los perdigones
todavía están ahí… además, alguna vez tuvo cola y alguien
se la cortó…"
Traje al gato de vuelta, era un verano caluroso, uno de los más
calurosos en décadas, lo instalé en el piso del baño,
le puse agua y le di las pastillas, no comía,
no tocaba el agua, yo me mojaba un dedo,
le humedecía la boca y hablaba con él, no salí a ninguna parte,
pasé un montón de tiempo en el baño, le hablaba,
lo tocaba con suavidad y él me miraba
con esos pálidos ojos bizcos y con el correr de los días
hizo su primer movimiento,
avanzó a rastras con sus patas delanteras
(las de atrás no le funcionaban),
llegó hasta su caja de arena
y se metió reptando en ella,
eso fue como la trompeta que anunciaba una posible victoria
sonando en ese baño y en la ciudad,
le conté a ese gato que yo también la había pasado mal,
no tan mal pero sí lo suficientemente mal,
una mañana lo consiguió, se paró, se volvió a caer
y se quedó mirándome.
"vas a poder", le dije.
Siguió intentándolo, se levantaba, se caía, al final
caminó unos pasos, parecía un borracho,
las patas de atrás sencillamente no querían andar y se volvía a caer,
descansaba y se volvía a parar.
Ustedes ya saben lo que sigue: ahora está mejor que nunca, bizco
casi sin dientes, pero la gracia está de vuelta
y esa mirada que nunca lo abandonó…
A veces me hacen reportajes, quieren escuchar acerca
de la vida y de la literatura y yo que estoy borracho, alzando a mi gato bizco,
baleado, atropellado, descolado, les digo: "miren, miren esto"
Pero no entienden, preguntan cosas como: "¿dirías
que estás influenciado por Celine?"
"¡no!" y levanto al gato "¡estoy influenciado por lo que pasa,
por cosas como ésta, por éste, por éste!"
Sacudo un poco al gato, lo sostengo
en la luz neblinosa y borracha, él se relaja, él sabe…
y entonces se termina la entrevista,
a veces me siento orgulloso cuando después veo las fotos,
ahí estoy yo y ahí está el gato y nos fotografiaron juntos.
él también sabe que todo eso es una estupidez pero que de algún modo ayuda.
