domingo, 23 de julio de 2023

Charles Bukowski a Jane Cooney Baker, fallecida el 22/01/62




así pues, te has ido

dejándome aquí

en una habitación con la persiana rota

y el Idilio de Sigfrido sonando en una pequeña radio roja.


y te fuiste tan rápido,

tan de repente como llegaste

y mientras te enjugaba la cara y los labios

abriste los ojos más grandes que aún pueda ver

y dijiste: «es posible que supiera

que eras tú»,

y me reconociste

aunque no durante mucho rato

y un viejo de piernecitas blancas

en la cama de al lado

dijo: «no quiero morir»,

y volvió a salirte sangre

y la sostuve en el cuenco de mis manos,

todo lo que quedaba

de las noches, y también de los días,

y el viejo seguía vivo

pero tú ya no,

nosotros ya no.


y te fuiste como llegaste,

me dejaste rápidamente,

me habías dejado tantas veces antes

cuando pensaba que me destrozaría

pero no me destrozaba

y tú siempre volvías.


ahora he apagado la radio

y alguien en el apartamento de al lado da un portazo.

la condena es firme: no te encontraré en la calle

ni sonará el teléfono, y ni un solo momento

podré estar en paz.


no es suficiente que haya muchas muertes

y que esta no sea la primera;

no es suficiente que pueda vivir muchos más días,

quizá incluso más años.


no es suficiente.

el teléfono es como un animal muerto que no

habla, y cuando hable de nuevo, ahora siempre será

la voz equivocada.


te he esperado otras veces y siempre has entrado por

la puerta. ahora tú tienes que esperarme a mí.



domingo, 18 de junio de 2023

Completar el álbum

 


No tengo muchas fotos con mi padre. Y él, al irse,
tampoco se llevó las suyas. Las del pasado. Las de su infancia.
Las de su adolescencia en el San Carlos.
Las del servicio militar obligatorio. 
Las diapositivas del viaje de casamiento a Bariloche.
Miro aquellas fotos y hablan de un chico que no me resulta conocido.
No sé por qué sonreía. No sé si en ese momento 
los atardeceres eran amarillos, blancos o naranjas.
Solo tengo un par de imágenes donde él está contento
y yo era muy chica para saber de últimas veces.
Él dejó atrás esas fotos para construir otras imágenes
de las que tampoco conozco nada. Los nuevos amigos.
Los nombres de sus mascotas. 
Por qué la montaña y nunca el mar.
La forma en que la alegría encuentra 
nuevas formas de reinventarse.
Ahora hemos perdido el hilo que da continuidad y sentido 
a las postales en blanco y negro de sus dieciocho años 
que envejecieron lejos de sus últimas sonrisas
todavía analógicas,  pero a todo color,
y tampoco encuentro el que une las fotos de nuestra intersección temporal, 
donde él me miraba y yo no lo hacía, 
porque todavía era temprano para este futuro 
en el que quisiera revelarme como una mancha oscura en el celuloide,
una mancha que pudiera detener la luz 
para desviarla en forma de pregunta. Una sola:
“¿qué te hacía sonreír cuando todo era una mierda?”.
No sé si se pueden exprimir los recuerdos que nunca conocimos 
para reconstruir una historia que nos pertenece a medias.
Pero lo intento. Todos los días tiro los dados de la suposición y la metáfora 
para reagrupar estos flashes de un rompecabezas 
que hace poco llegó a mis manos en una valija que nunca volverá a mudarse.