domingo, 19 de junio de 2016

Oler el aire


   Están esos días donde no hay sol en el fondo de los bolsillos y hay que fabricarse alguno, porque es absolutamente necesario para que mañana sea una posibilidad. Entonces mi gata enciende los ojos, como dos faros que me obligan a mirarla y sigo su huella hasta el balcón, donde se prepara a oler el aire como si en ello hubiera encontrado el sentido de sus siete vidas enteras. La envidio por descubrir un secreto que no puede contarme, que no comparte conmigo, porque incluso esa misma sustancia entra y sale de mí y no siento en ello ninguna experiencia trascendente, más que perpetuarme anclada en lo orgánico.

    En eso ella mueve levemente su cabeza, y un no sé qué en ese gesto me recuerda a alguien. Ya no es la gata sino mi padre quien ahora inhala, deteniendo el aire, retrocediéndolo. Aire lleno de su tabaco que sofoca más apagado que prendido; un soplo no conductor de la palabra guardada, ahora inútil. Un viento apurado por mostrarle que ahora entiendo un poco más, y tampoco sirve; una brisa leve que susurra el gracias por los libros congelado en las biromes. Qué frío es ese aire solo y parecido; cuánto entiendo los vidrios vacíos haciendo fila en el rincón, sin reflejar la luz sino comiéndosela.

    Gira la hora y la vida en la proyección que ahora vuelve a ser la gata que se levanta a buscar comida. Después de alimentarla, abro mi diario y escribo que esta tarde, mientras respiraba, aprendí a rezar.

(3/4/15)

martes, 7 de junio de 2016

Los Mellizos (Charles Bukowski)



A veces sugería que yo era bastardo y le dije que escuchara
a Brahms, que aprendiera a pintar, a tomar, a no dejarse dominar
por las mujeres y la plata
pero me gritó: ¡Por Dios acuérdate de tu madre,
acuérdate de tu país,
vas a matarnos a todos!
me muevo por la casa de mi padre (de la que debía 8.000 dólares después de 20
años en el mismo trabajo) y miro sus zapatos muertos
la manera en que sus pies arrugaron el cuero, como si estuviera
plantando rosas con bronca, y de hecho eso estaba haciendo,
y miro su cigarrillo muerto, su último cigarrillo
y la cama donde durmió esa última noche, y siento que debería volver a hacerla
pero no puedo, porque un padre es siempre tu amo aunque ya no esté,
supongo que estas cosas han sucedido una y otra vez pero no puedo dejar de pensar
morir en el suelo de la cocina a las siete de la mañana
mientras otra gente hace huevos fritos
no es tan grave
salvo cuando te pasa a vos

salgo y arranco una naranja y pelo la cáscara brillante
las cosas siguen vivas: el pasto está creciendo bastante bien,
el sol rodeado por un satélite ruso deja caer sus rayos,
un perro ladra sin sentido en alguna parte, los vecinos espían detrás de las persianas
soy un extraño acá, y siempre fui (supongo) un poco el comunista,
y no tengo duda de que me describía bastante bien (nos peleábamos
como leones de montaña) y dicen que le dejó todo a una vieja
en Duarte pero me importa un carajo –se puede quedar con todo: él era mi viejo
y se murió.
adentro, me pruebo un saco celeste
mucho mejor que cualquier cosa que me haya puesto jamás
y hago flamear las mangas como un espantapájaros en el viento
pero no hay nada que hacer:
no lo puedo mantener vivo
no importa cuánto nos odiamos el uno al otro
éramos idénticos, podríamos haber sido mellizos
el viejo y yo: eso decían.
dejó unos bulbos en la mampara
listos para plantar
mientras yo estaba acostado con una puta de la calle 3
muy bien. dennos un momento: parado delante del espejo
con el saco de mi padre muerto
esperando también yo
para morir.

domingo, 5 de junio de 2016

Café



























Nosotros, los de los litros de cerveza
volcados al costado de la cama
y los fasos, dejados por ahí, donde caen.
Nosotros, los de las 5 de la mañana.
Nosotros, esos, y el tiempo.
Me hablás ahora de un café a las 3 de la tarde
en martes o jueves, temprano.
Yo lloro y no entendés por qué lloro
y crees que voy a dejar de llorar si proponés
un sábado entre las 3 y las 5
de la tarde, y sigue siendo café 
y yo ya ni puedo llorar, y no entendés
cuántas cosas murieron
cuántas cosas tuvieron que morir
para que dejes todo en suspenso 
para que nos nombres a nosotros
y a las 3 de la tarde en la misma frase.
Y yo no sé de quiénes estás hablando,
quiénes serían esos
que pueden compartir café 
tan civilizadamente,
sin fasos 
sin cerveza en el piso, sino cáscaras 
de un encuentro que reprogramás
para el otro lunes
de tarde, 
               (un ratito).

Y seguía siendo café
en taza.
Y vos seguías sin entender.
Y yo mordía los venenos del insomnio
abrazada a los envases llenos
que vacié a solas, el domingo,
a las 5 de la mañana.


https://www.youtube.com/watch?v=UqCEPytSFqU





miércoles, 1 de junio de 2016

Te detiene alguien que te conoce pero no puede recordar tu nombre (Susana Thénon)



- ¿vos qué era lo que hacías?
- yo poesía
- no
  ya sé
  lo que quiero decir
  yo me refiero a lo que hacés
   a lo que hacés realmente
- y         ¿yo?
  yo
  sí
  poesía
- no
  vos no me entendiste
  ya sé que hacés poesía
  pero hablo de otra cosa
  porque supongo que no estarás las veinticuatro horas
  escribiendo poesía sin comer sin beber sin trabajar
  sin en fin sin todo lo otro que hace toda la gente
  ¿no?  ¿vos trabajás? ¿ahorrás?  ¿de qué vivís?
- actualmente
  me repongo de un surménage
  debido al exceso de trabajo
  con un poema
- ¿y al menos te pagaron?
- que se va a publicar o no
  tal vez un día
  o una noche
  o durante un rosado atardecer
  o una aurora boreal
  o pronto nunca
  o nunca siempre
- en definitiva
  lo que me estás diciendo
  es que no te pagaron
  ¿y cómo hacés?
  ¿y cómo te arreglás?
  con vos hay algo raro ¿sabés?
- a mí me gustan los conejos
  la paz
  el sándalo
  y el guiso de lentejas
  igual que a todo el mundo
  no veo lo raro
- pero ¿qué hacés?
  al final no me dijiste
- eso es cierto
  al final no te lo dije.