martes, 16 de agosto de 2016

Algo para los revendedores, las monjas, los empleados de supermercado y para vos (Charles Bukowski)



tenemos todo y no tenemos nada
algunos hombres lo hacen en iglesias
otros rompen mariposas por la mitad
y otros lo hacen en Palm Springs
metiéndoselas a rubias con almas de Cadillac
cadillacs y mariposas
nada y todo,
la cara se derrite con el último respiro
en un sótano de Corpus Christi.
hay algo para los revendedores, las monjas,
los empleados de supermercado y para vos…
algo a las 8 de la mañana, algo en la biblioteca,
algo en el río,
todo y nada.
en el matadero algo llega corriendo
colgado por un gancho y lo hacés balancear
uno
dos
tres
y así tenés $200 por la carne muerta
los huesos contra tus huesos
algo y nada.
siempre es suficientemente temprano para morir y
siempre es demasiado tarde,
y el remolino de sangre en la pileta blanca
ya no te dice nada
y los sepultureros juegan póquer
en el café de las 5 a.m., esperando que el pasto
pierda la escarcha
ellos no te dicen nada.
tenemos todo y no tenemos nada
días al borde del vaso y el olor imposible
del musgo del río, que es peor que la mierda;
días de ajedrez con ataques y contraataques,
con un interés maricón: da lo mismo la derrota que la victoria;
días lentos como mulas hoscas y barnizadas por el sol
que trabajan con desprecio
subiendo por un camino
en el que un loco espera sentado
entre jaulas de codornices y azulejos
mientras huele un burro de piel escamosa.
pero hay días buenos también
días de vino, gritos y peleas en callejones, de piernas redondas de mujer
abalanzándose sobre tus entrañas con sus gemidos,
presagios en las plazas de toros
que gritan Madre Capri como diamantes,
violetas que brotan de la tierra
para que olvides a los soldados muertos
y a los malos amores.
días en que los niños dicen cosas alegres y brillantes
como salvajes que se comunican a través de sus cuerpos
y corren de arriba a abajo sin límites
ni cheques, ni ideales, ni posesiones,
ni opiniones disparatadas.
días en que podés llorar todo el día
encerrado en un cuarto verde,
días en que podés reírte del panadero
porque sus piernas son muy largas,
días para observar detrás de la cerca.
y no hay nada, nada
sólo días de patrones y hombres enfermos
con mal aliento y pies grandes
hombres como ranas, como hienas
hombres que caminan como si la música no existiera
hombres que piensan que es inteligente
contratar y despedir empleados y amasar fortunas
hombres con mujeres tan caras
como 60 hectáreas de tierra fértil
que presumen y se apartan de lo inútil
hombres que te matarían sólo por hacer una locura
y que se justificarían desde su propia LEY
hombres que se asoman por ventanas de siete metros de ancho
y no ven nada
hombres con yates de lujo que navegan
alrededor del mundo pero nunca se sacan
las manos de los bolsillos
hombres como caracoles, como anguilas,
como babosas,
pero ni siquiera eso.
y no hay nada.
cobrás tu último salario en el muelle,
en la fábrica, en el hospital,
en una armadora de aviones, en una feria,
en una peluquería, en donde sea.
no querés pagar los impuestos de renta,
no querés enfermedades, servilismo,
brazos rotos ni cabezas destrozadas,
todo se va a la basura como una almohada vieja.
tenemos todo y no tenemos nada
algunos lo hacen bien por un tiempo
pero después se rinden
les llega la fama, el hastío
la edad, una dieta balanceada,
la tinta les quema los ojos,
los hijos van a la universidad,
aparecen coches nuevos
se quiebran la espalda esquiando en Suiza
aparecen nuevas opciones políticas, nuevas esposas
o simplemente caen de manera natural en decadencia.
el hombre que viste ayer enganchándose diez rounds
o bebiendo tres días y tres noches
en las montañas de Sawtooth,
ahora está abajo de una sábana o junto a una cruz o una piedra
o viviendo una decepción
cargando una Biblia, unos palos de golf o un portafolio:
cómo ceden
todos esos que creíste
que nunca cederían.
días como éstos, como el de hoy.
tal vez la lluvia en la ventana
trate de decirte algo. ¿qué viste hoy?
¿qué es esto? ¿dónde estuviste?
a veces los mejores días son los primeros
a veces los de en medio, otras los últimos.
los terrenos baldíos no están tan mal,
las iglesias europeas que ves en tarjetas postales
no están mal. las personas en los museos de cera
congelándose hasta la esterilidad no están tan mal
son horribles, pero no están mal
la artillería, pensá en la artillería pesada.
y las tostadas del desayuno,
en el café bien caliente que hace que sepas
que tu lengua sigue en su lugar.
tres geranios en la ventana tratan de ser rojos
tratan de ser rosas, tratan de ser geranios.
no me importa que a veces las mujeres lloren,
no me importa que las mulas no quieran subir la montaña.
estás en un cuarto de hotel en Detroit
buscando un cigarrillo.
otro día maravilloso, un poco más de eso
como cuando las enfermeras salen
del hospital al terminar su turno, hartas,
ocho enfermeras con diferentes nombres
y diferentes destinos.
cruzan el patio
algunas quieren una taza de chocolate y papel
otras un paño caliente, otras un hombre,
otras apenas pueden pensar.
es suficiente y no tanto.
arcos y peregrinos,
estrías de naranjas,
helechos, anticuerpos,
pañuelos descartables.

a veces en los momentos más amables y de sol
hay un humo liviano que sale de las urnas
y sonidos metálicos de los viejos aviones de combate
y si entrás y pasás el dedo por el borde de la ventana
vas a encontrar mugre y hasta tierra
y si mirás por la ventana vas a quedarte todo el día,
y como si envejecieras, vas a seguir mirando
y mirando
babeando un poco
ah, no, quizá
algunos lo hacen bien naturalmente
otros de maneras obscenas
en cualquier parte.


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