tenemos todo y no tenemos nada
algunos hombres lo hacen en
iglesias
otros rompen mariposas por la
mitad
y otros lo hacen en Palm Springs
metiéndoselas a rubias con almas
de Cadillac
cadillacs y mariposas
nada y todo,
la cara se derrite con el último
respiro
en un sótano de Corpus Christi.
hay algo para los revendedores,
las monjas,
los empleados de supermercado y
para vos…
algo a las 8 de la mañana, algo
en la biblioteca,
algo en el río,
todo y nada.
en el matadero algo llega
corriendo
colgado por un gancho y lo hacés
balancear
uno
dos
tres
y así tenés $200 por la carne
muerta
los huesos contra tus huesos
algo y nada.
siempre es suficientemente
temprano para morir y
siempre es demasiado tarde,
y el remolino de sangre en la
pileta blanca
ya no te dice nada
y los sepultureros juegan póquer
en el café de las 5 a.m.,
esperando que el pasto
pierda la escarcha
ellos no te dicen nada.
tenemos todo y no tenemos nada
días al borde del vaso y el olor
imposible
del musgo del río, que es peor
que la mierda;
días de ajedrez con ataques y
contraataques,
con un interés maricón: da lo
mismo la derrota que la victoria;
días lentos como mulas hoscas y
barnizadas por el sol
que trabajan con desprecio
subiendo por un camino
en el que un loco espera sentado
entre jaulas de codornices y
azulejos
mientras huele un burro de piel
escamosa.
pero hay días buenos también
días de vino, gritos y peleas en
callejones, de piernas redondas de mujer
abalanzándose sobre tus entrañas
con sus gemidos,
presagios en las plazas de toros
que gritan Madre Capri como
diamantes,
violetas que brotan de la tierra
para que olvides a los soldados
muertos
y a los malos amores.
días en que los niños dicen cosas
alegres y brillantes
como salvajes que se comunican a través
de sus cuerpos
y corren de arriba a abajo sin
límites
ni cheques, ni ideales, ni
posesiones,
ni opiniones disparatadas.
días en que podés llorar todo el
día
encerrado en un cuarto verde,
días en que podés reírte del
panadero
porque sus piernas son muy
largas,
días para observar detrás de la
cerca.
y no hay nada, nada
sólo días de patrones y hombres
enfermos
con mal aliento y pies grandes
hombres como ranas, como hienas
hombres que caminan como si la
música no existiera
hombres que piensan que es inteligente
contratar y despedir empleados y
amasar fortunas
hombres con mujeres tan caras
como 60 hectáreas de tierra
fértil
que presumen y se apartan de lo
inútil
hombres que te matarían sólo por
hacer una locura
y que se justificarían desde su
propia LEY
hombres que se asoman por
ventanas de siete metros de ancho
y no ven nada
hombres con yates de lujo que
navegan
alrededor del mundo pero nunca se
sacan
las manos de los bolsillos
hombres como caracoles, como
anguilas,
como babosas,
pero ni siquiera eso.
y no hay nada.
cobrás tu último salario en el
muelle,
en la fábrica, en el hospital,
en una armadora de aviones, en
una feria,
en una peluquería, en donde sea.
no querés pagar los impuestos de
renta,
no querés enfermedades,
servilismo,
brazos rotos ni cabezas
destrozadas,
todo se va a la basura como una
almohada vieja.
tenemos todo y no tenemos nada
algunos lo hacen bien por un
tiempo
pero después se rinden
les llega la fama, el hastío
la edad, una dieta balanceada,
la tinta les quema los ojos,
los hijos van a la universidad,
aparecen coches nuevos
se quiebran la espalda esquiando
en Suiza
aparecen nuevas opciones
políticas, nuevas esposas
o simplemente caen de manera
natural en decadencia.
el hombre que viste ayer
enganchándose diez rounds
o bebiendo tres días y tres
noches
en las montañas de Sawtooth,
ahora está abajo de una sábana o
junto a una cruz o una piedra
o viviendo una decepción
cargando una Biblia, unos palos
de golf o un portafolio:
cómo ceden
todos esos que creíste
que nunca cederían.
días como éstos, como el de hoy.
tal vez la lluvia en la ventana
trate de decirte algo. ¿qué viste
hoy?
¿qué es esto? ¿dónde estuviste?
a veces los mejores días son los
primeros
a veces los de en medio, otras
los últimos.
los terrenos baldíos no están tan
mal,
las iglesias europeas que ves en
tarjetas postales
no están mal. las personas en los
museos de cera
congelándose hasta la esterilidad
no están tan mal
son horribles, pero no están mal
la artillería, pensá en la
artillería pesada.
y las tostadas del desayuno,
en el café bien caliente que hace
que sepas
que tu lengua sigue en su lugar.
tres geranios en la ventana
tratan de ser rojos
tratan de ser rosas, tratan de
ser geranios.
no me importa que a veces las
mujeres lloren,
no me importa que las mulas no
quieran subir la montaña.
estás en un cuarto de hotel en
Detroit
buscando un cigarrillo.
otro día maravilloso, un poco más
de eso
como cuando las enfermeras salen
del hospital al terminar su
turno, hartas,
ocho enfermeras con diferentes
nombres
y diferentes destinos.
cruzan el patio
algunas quieren una taza de
chocolate y papel
otras un paño caliente, otras un
hombre,
otras apenas pueden pensar.
es suficiente y no tanto.
arcos y peregrinos,
estrías de naranjas,
helechos, anticuerpos,
pañuelos descartables.
a veces en los momentos más
amables y de sol
hay un humo liviano que sale de
las urnas
y sonidos metálicos de los viejos
aviones de combate
y si entrás y pasás el dedo por
el borde de la ventana
vas a encontrar mugre y hasta
tierra
y si mirás por la ventana vas a
quedarte todo el día,
y como si envejecieras, vas a
seguir mirando
y mirando
babeando un poco
ah, no, quizá
algunos lo hacen bien
naturalmente
otros de maneras obscenas
en cualquier parte.
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