Suena mi timbre y salen a abrir los senegaleses. Descubrí que no es casual. Inventaron un sistema que tiene en cuenta:
* que el mío suena (el de ellos no)
* que sus invitados saben que es un timbre ajeno (lo vi en sus caras)
* que mi vecina/o baja enseguida (yo suelo demorarme).
A veces pienso en adelantarme y arruinarles alguna parte del plan, o imagino si los vecinos pondrán la misma cara de desconcierto que yo, cuando bajan y no es para ellos sino para mí.
Pero el sistema nunca les falló.
Ya no intento abrir, prefiero que lo hagan ellos. En algún lugar del tiempo mi timbre cambió de amo. Y probablemente asesinó también a todas las visitas que no llegan.
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