lunes, 1 de enero de 2018

Rellenos


Estaba apurada, todavía tenía que terminar de preparar la comida y tomar el colectivo para llegar a las 7, 8 no muy tarde. Era nuevo esto de estar preparando cosas para la Navidad, pero no quería que mi vieja laburara, y había tomado la posta. La pasaríamos solas.
Teléfono. Era ella.

- ¿Cómo estás? - dijo
- Acá, preparando los piononos.
- ¿De qué los hiciste?
- Uno de roquefort, nueces y aceitunas negras y el otro de atún con aceitunas rellenas.
- Te faltó el morrón
- …
- ¿Venís a las 8?
- Probablemente, creo que sí
- Porque a veces venís como a las 10
- También puede ser

    Después me contó que el fluorescente, la triste luz principal del comedor, se había roto. Dije que la cambiemos por otra de atrás, una del patio. Dijo que no, que no era el fluorescente sinó la llave o la conexión eléctrica. Pero que la otra luz, la lamparita secundaria del comedor, algo haría por nuestra noche. Me imaginé el panorama y pensé que, definitivamente, iba a llegar a las 10.

    Abrí la lata de atún, mientras recordaba cuando él me preguntaba por qué no era más cariñosa. Después desmenucé todo eso con el tenedor hasta que dejó de parecerse a algo que cierta vez estuvo vivo y lo mezclé en silencio, que va muy bien en este tipo de rellenos.


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