Me siento en esta gran sala de espera
que se abre especialmente a la noche.
No tengo turno. No sé a qué vine.
Sólo sé que tengo dos o tres poemas de hielo atragantados
que están cosidos con hilos de invierno
pero se escribieron durante este verano.
Y mientras todos saltan en sus piletas doradas con piel de
lona
yo espero en esta sala a que lleguen mejores climas
para poder escupir esto que me cruza la boca y me la
congela.
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