Por qué no dejamos que las cosas
prueben de morirse, de
una vez
por todas, de una vez
inmensa.
Morirse en todos los
sentidos de la muerte,
en el sentido en que
entendemos
la muerte, vos y yo,
en el punto sagrado
donde uno se pone de
acuerdo al fin
en que morir es un
final y punto
y no haciéndolo como
los gatos
que traen pájaros
muertos a nuestros pies
como si fueran
regalos, como pruebas de fe
que recuperan un hilo
de belleza
dentro del espanto
mientras juran que el
amor existe
dentro de lo inerte,
mientras juran que la
muerte puede ocultarse en los espejos
cuando llamamos equivocadamente casa
a estos equivocados
escombros entre las manos.
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