En invierno me gusta llevar
debajo del pullover correcto,
algo roto, rasgado, usado hasta cansarse
oculto a los ojos de quienes no imaginan,
de quienes no se interesan en el desafío
de captar a través
de las pequeñas espigas
del punto inglés,
esa parte sincera que soy, que anuncia
que más adentro, todavía, más adentro
hay algo con costuras abiertas,
que sólo querré mostrar a quien me ayude
a no necesitar los abrigos.
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