jueves, 29 de noviembre de 2018

Sin título (III)

Ojalá que cuando mueras
vayas a un cielo demasiado intenso
de blanco seco, hielo y cloro,
adornado con estatuas de calcio
con relucientes sonrisas
dignas de propaganda de dentífrico
pero sin dientes para comer lo que no existe
en las heladeras celestiales, vacías, innecesarias,
sin hambre (tan asquerosamente humano),
sin gula de domingo a solas.
No quiero encontrarte cerca del infierno
que gané, pedazo por pedazo,
manejando toda decisión importante
desde mi asiento delantero
de miles de autitos chocadores
que usé, por turnos, a lo largo de los años.
Quiero abrazarme a esta alfombra que me tapa
y correrla, a veces. Y sólo a veces
asomarme hacia arriba, pensando
que afuera hay algo peor
que estas llamas que tatúan
adentro de mi retina
una foto que rompí
y otra foto que quemé
mientras vos actuabas esas poses
todavía.



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