jueves, 29 de noviembre de 2018

Construcciones

No hace falta que hable de amor o de puentes
para que yo los vea. Hace falta
que diga madera, que no diga nada más que madera
y puedo poner la imaginación los clavos
y ver los puentes fuertes uniendo oídos y ojos
y el resto de las ciudades intermedias. No hace falta
que hable de las puertas y las ventanas siempre cerradas
o de los festejos quietos, congelados en las fotos,
para que yo sepa de la soledad. Con decir diciembre
sé que está triste. No hace falta que diga.
No hace falta que esté.
No hace falta que nombre. Cuando no dice nada,
todas las palabras son mundos en espera
que se detienen en el borde de su labio.


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