Junto paquetitos correctos
en la habitación a la izquierda de la amígdala
que al acumularse, pesan en los costados de las sienes,
pero también sirven para hacerlas latir de forma correcta
durante el reino de lo correcto, que son las mañanas.
Sin embargo,
su influencia dura setenta y dos horas exactas:
el tiempo que tardo en desenvolverlos
y leer el manual que los explica.
Al lado del manual hay otro libro
que permanece en blanco,
que aún abriéndolo mil veces, sigue en blanco,
y sin embargo,
sus hojas tienen olor a la noche en que no dormí
y a la mañana siguiente, tan poderosa,
donde aplasté todos los mambos
con un solo pie,
con un pie que no necesita apurarse,
que no necesita.
Al terminar de hojearlo, lo cierro.
El pie queda adentro, disfrutando
del recuerdo del mambo moribundo
que ahora no está,
(vuelve con los días,
pero ahora
A H O R A
no está),
y yo aprendo en esas hojas blancas
el poder de la vieja sed
y la impermanencia.
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